jueves, 22 de septiembre de 2011

mi musa


Permanecer inmóvil en mitad de la noche esperando a que el tiempo se detuviese parecía algo improbable. Pues la brisa empujaba delicadamente tanto las verdes hojas de los árboles como sus sueños, helándolos con la llegada del otoño.
Aquella mirada aun estaba inundada de anhelos, de deseos por cumplir pese a que su cuerpo se marchitase. Sentía como el calor abandonaba su piel, como el tacto de las caricias se desvanecía  junto al sonido del reloj.

Aquellos delicados pasos en la oscuridad lejos de alarmarla la sumieron en un estado de tranquilidad imperturbable, pues allí llegaba él. Se acercaría despacio por la espalda, susurraría suavemente junto a su oído palabras que tan solo con el corazón podían escucharse, acariciaría cada lunar de su espalda y luego….después de mirarla a los ojos, la besaría. Tratando de regalarle un nuevo secreto.

Cuando la vela se consumió, apoyó la cabeza sobre la almohada. La luz del alba se colaba entre las cortinas y su mente se iba quedando en blanco.
Mientras, aquel niño de cabellos dorados, besaba su mejilla y volvía a regalarle su rosa, dejándola sobre su pecho para fundirla una vez más con su corazón.
Buenos días princesa.